Relato.

 ¿Qué fue de Vicky Vic?

Capítulo I

¿Os acordáis de Vicky Vic? Seguro que sí. Pues se ha suicidado. Está mañana aparecía en el periódico una breve noticia que así lo confirmaba. Aquella chica que hace unos años arrasó en Wattpad, para pasar de inmediato a copar las listas de los libros más vendidos en Amazon en el apartado de literatura new adult y que captó seguidamente la atención de las avispadas editoriales, que vieron en ella un filón de oro y que la encumbraron al estrellato. Pues sí, esa chica se ha suicidado. ¿Por qué? Para responder a esa pregunta, tal vez debiéramos comenzar por el principio.

Victoria Santos Taboada, Vicky para los amigos. Pocos, pues la verdad es que nunca tuvo muchos. Y es que ya desde su infancia, Vicky no tuvo las cosas fáciles. Médicos y más médicos, risas, burlas, comentarios despectivos, insultos, desprecios… Ah, que tal vez no lo he dicho, Victoria nació con acondroplasia. Sobra decir que esta circunstancia hizo que fuera una niña acomplejada e introvertida, por mucho que su entorno más cercano se empeñase en normalizar la situación y contrarrestar en todo lo posible los efectos de su enfermedad, tanto a nivel físico, como psicológico. De hecho, sus padres y sus abuelos la querían con locura. Pero, aún así, nunca lo tuvo fácil.

Y a pesar de la vicisitudes, Vicky fue siempre una niña responsable, buena estudiante, a la que le encantaba nadar y la música grunge de los 90’s y, por supuesto, la literatura. Y era en los libros en los que se refugiaba para escapar de la realidad que la señalaba constantemente como un elemento diferente, discordante. Tal vez por ello comenzó también a escribir, para crear un mundo ideal, distinto, en el que podía ser lo que quisiera. Parapetada tras su pseudónimo, empezó a los 14 años a publicar sus relatos y novelettes en Wattpad, donde comenzó a despuntar casi de inmediato. En esas historias, todos los personajes eran altos, guapos y sanos, con relaciones de amor exitosas, con un final feliz. Nada que ver con su realidad. Pocas eran las amigas que salían con ella sin importarles lo que pudieran decir de ellas; incluso llegó a salir unos meses con Raúl Busnadiego, un chico del club de lectura del instituto. Pero el peso social de salir con la enana, acabó desequilibrando la balanza a favor de la ruptura, en detrimento de las interminables tardes de cafés, las pelis en el sofá, los paseos con besos por el parque y la encantadora personalidad de Vicky en la intimidad. Y es que es muy difícil aceptar que tus amigotes se rían de ti porque a tu novia no le hace falta arrodillarse para hacerte una mamada. Así de triste. Una auténtica pena.

Ante la adversidad, Vicky se ocultaba en aquel mundo idílico que había creado y con el que cosechaba un éxito tras otro en Wattpad primero y en Amazon después. Era lo único que le hacía permanecer a flote. Le daban aliento sus miles de seguidores y sus miles de lectores, que, sin embargo, pedían una foto suya o alguna publicación en alguna red social para poner cara a su ídolo, para saber cosas de su vida, sin resultado alguno. Vicky seguía siendo un misterio.

En poco más de medio año, Mentiras aireadas y Por amor, hasta el infinito se convirtieron en rotundos éxitos de ventas que, como no podía ser de otra forma, llamaron la atención de esa famosa editorial buitre, sí, esa, la de los famosos premios amañados, que siempre ganan los de la casa, que decidió investigar y contactar con ella para hacerse con los servicios de la nueva gallina de los huevos de oro del mundo literario hispano de la autopublicación.

Pero aquella llamada fue el principio de todos los males. Y el que parecía que iba a ser el día más feliz de su vida, se convertiría, a la postre, el comienzo de su pesadilla.

Capítulo II

La mañana que Vicky llegó a las lujosas oficinas centrales de la editorial estaba exultante de felicidad, pero a la vez abrumada y nerviosa. Acababa de cumplir los 18 hacía unas semanas. A pesar de ello, sus padres decidieron acompañarla en tan importante acontecimiento, lo cual Vicky agradeció, pues la presencia de sus progenitores era un refuerzo necesario que la reconfortaba. Tras anunciar en la recepción que tenía cita con la editora María Ribayo, les hicieron esperar en una sala durante bastante más tiempo del que hubieran deseado y al entrar por fin en el despacho, María Ribayo, al ver a Vicky, se quedó muda, absorta, durante unos segundos, para esbozar inmediatamente la más falsa de las sonrisas que Vicky había visto en su vida, y eso que había visto muchas sonrisas de ese tipo, y saludar con efusividad.

María Ribayo no tendría más de cuarenta años. Era alta, delgada, de facciones angulosas, con una melena entre rubia y cobriza y un traje blanco que le confería un halo de masculinidad al conjunto. Les pidió con un gesto que se sentaran, sin desdibujar un instante aquella cínica sonrisa.

Acto seguido, con una soltura que sin duda era fruto del hábito, comenzó a desgranar las condiciones de lo que tildó de generoso contrato: derecho de publicación en exclusiva durante los siete próximos años de sus dos novelas ya publicadas y que reeditarían con una tirada de 2000 ejemplares cada una, de cuyas ventas se llevaría un 10%, más un suculento anticipo por los derechos de una tercera novela, la cual debería tener lista en el plazo de un año a partir de la fecha de la firma del contrato. Por no olvidar la promoción, difusión y publicidad de las obras a nivel nacional, colocando las novelas en todas las librerías y grandes almacenes del país, de lo cual se encargaba por completo la editorial. María Ribayo insistía constantemente en que aquel ofrecimiento no era algo normal, sino excepcional, y que tal privilegio se le otorgaba para que fuera consciente del optimismo y la seguridad que depositaban en ella y en su calidad literaria, que sin duda crecería con el paso de los años, dada su insultante juventud.

En toda la entrevista, Vicky apenas pudo articular palabra o terminar una sola frase, aparte de algún sí o no. Parecía que todo estaba ya zanjado con premeditada alevosía por parte de aquella contumaz editora, que cuando convino que la reunión había terminado, se levantó como un resorte y dando la mano a Vicky y a sus padres, los acompañó hasta la puerta y los despidió con un breve hasta pronto.

A pesar de ello, Vicky salió de allí tan aturdida y amedrentada por la responsabilidad como satisfecha.

Unos días más tarde llegaría la segunda llamada. La voz de María Ribayo sonó imperativa y con falsa amabilidad. Al parecer, la editorial había pensado que Vicky se dedicase en exclusiva a escribir su siguiente novela y para que no se distrajera de su cometido, habían contratado a una figurante que acudiría en su lugar a los eventos que la promoción de las anteriores novelas reeditadas requerían, aprovechando que nadie conocía su autentica identidad y aspecto. Además, así le ahorraría el trago de sentirse nerviosa e incómoda en todas aquellas presentaciones y conferencias. La editora también le explicó a Vicky que las entrevistas pactadas que le llegaran desde distintos medios culturales y de comunicación se las pasarían por mail para que las contestase y se las volviera a enviar rellenadas, para echarlas un vistazo y darlas el visto bueno. Por lo demás, como le había comentado, no debía preocuparse por nada, excepto escribir y convertirse en un éxito de ventas. Ah, y firmar un contrato de confidencialidad al respecto del tema de la figurante, que le enviarían en unos días para que lo firmase.

Cuando Vicky colgó el teléfono, se quedó completamente atónita ante aquella inesperada propuesta, o más bien imposición. Por una parte, se sintió aliviada por no tener que enfrentarse a las miradas y los flases de la gente desde su metro y diez centímetros de estatura: un cuerpo pequeño, pero lleno de antiguos complejos e inseguridades. Tal vez no fuera tan mala idea aquello de encerrarse con llave en la torre de marfil y centrarse en escribir su siguiente novela.

Capítulo III

Mientras Vicky comenzaba a escribir la que sería su tercera novela, la actriz que ponía cuerpo a la novelista de moda tras la doble reedición de Mentiras aireadas y Por amor, hasta el infinito, no dejaba de aparecer en los medios de comunicación. Así, la pudimos escuchar en varios programas de radio y podcast sobre literatura, o ver su foto en los suplementos de la prensa nacional. Incluso hizo una breve aparición en un conocido programa de televisión, en el que se alabaron tanto su calidad literaria, como su belleza y escultural silueta.

Vicky, que se sentía presionada desde el principio por el contrato, las ventas y el compromiso de la siguiente novela, seguía escribiendo a diario, de forma casi enfermiza. Pero al ver continuamente la repercusión mediática que estaba teniendo aquella mujer que la suplantaba, en la radio, en la tele y en todo tipo de eventos, terminó por bloquearse y tener una crisis ansiedad, que acabó con su pequeño cuerpecito en las urgencias del Hospital Río Ortega, donde estuvo ingresada un par de días. Cuando salió del hospital, más serena y calmada, se dio cuenta de que siempre se había autoengañado, escudándose en su físico, en sus complejos, en su timidez y en el miedo escénico. Aquello era una realidad, cierto, pero comenzaba a sentirse muy a disgusto con la situación. La responsabilidad, los miedos, el secretismo, los engaños y éxito de ventas comenzaban a formar parte de un cóctel explosivo que estaba a punto de estallar.

La gota que colmó el vaso fue la invitación de la actriz que la remplazaba a la Convención Nacional de Novela Romántica, en la que la figurante, aparte de recoger el premio a la escritora revelación del año, se codeó entre risas con las diosas de la literatura romántica española, a las que Vicky admiraba desde hacía años y a las que siempre había deseado conocer. Esa vez, Vicky sintió con más fuerza que nunca que era ella la que quería y debía estar allí, con aquellas mujeres por las que sentía auténtica devoción, sin importarle lo que pudieran decir u opinar de su físico, y a las que podía tratar de tú a tú por primera vez en su vida.

A la mañana siguiente cogió un autobús que le llevó hasta la capital y se fue directamente a las oficinas centrales de la editorial. Había pensado llamar por teléfono a su editora, pero, en un arranque de valor, decidió hablar con María Ribayo cara a cara. Subió hasta la tercera planta del edificio, donde se encontraba el despacho de la editora, y abrió la puerta sin esperar siquiera a ser anunciada.

–Se acabó, no puedo más. – dijo Vicky al entrar.

– ¡Vicky! ¿Qué pasa? – preguntó Ribayo sorprendida, dando un salto desde el sillón del escritorio.

–¡Que no puedo más, que se acabó!

La editora, de pie junto a la mesa, tardó unos segundos en reaccionar.

–A ver Vicky, ¿de qué estás hablando?

– De mí, de todo esto… Ya no voy a seguir más con esta farsa.

–Bueno, Vicky, en primer lugar, siéntate y cálmate. Hablemos. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Qué es lo que te disgusta?

– ¡Todo, me disgusta todo!

–Pero bueno, muchacha, ¿no estás haciendo realidad tu sueño, no estás ganando un montón de dinero con tu gran pasión, que es escribir? Entonces, ¿cuál es el problema?

–¡Que no es lo que quiero, que ya no puedo más, basta ya de mentiras! Y lo peor, ¡esa puta actriz! ¡Lo voy a contar todo!

María Ribayo cambió el tono conciliador que había adoptado hasta ese momento para descubrir su verdadero carácter.

–Pero ¿quién te crees que eres, niñata? Has firmado un contrato. Un contrato que te vincula, al que te comprometiste y que es beneficioso para todos. Porque sé realista, ¡mírate, mírate! Los gigantes pueden llegar a ser estrellas del baloncesto, pero ¿los enanos? ¡Si ya ni siquiera pueden ser bomberos toreros! ¡Y una enana como tú ni eso!

–¡Hija de puta! – le gritó, totalmente fuera de sí, una Vicky que jamás había insultado a nadie. Y se abalanzó sobre la editora.

Capítulo IV

Vicky cumplió su amenaza y destapó el asunto contactando con un periodista de El Norte de Castilla, que publicó el artículo ¿Quién es Vicky Vic?, haciendo que la noticia saltase de inmediato al resto de medios.

La editorial, en un principio, intentó negarlo todo, pero Victoria demostró la autenticidad del contrato de confidencialidad que había firmado con la misma. Así que la cúpula directiva de la editorial, en una huida hacia delante y aconsejada por sus abogados, pasó a la acción demandando a Victoria por incumplimiento de contrato.

De hecho, la editorial, no contenta con la demanda, sacó a la venta un tercer libro de Vicky Vic, usando un negro literario para tal fin, en un último y desesperado intento por rentabilizar aquel fenómeno literario que tan pingües beneficios le había reportado. En un primer momento, la publicación de la novela provocó un revuelo en las redes sociales y acaparó portadas en las revistas especializadas y suplementos dominicales de los periódicos, pero fue un fracaso total de ventas que, si bien no hundió en absoluto a la potente editorial, si que le supuso un importante traspiés económico.

Por su parte, Victoria, incapaz de soportar la presión y el estrés de la situación, volvió a ser ingresada en el hospital por una grave crisis nerviosa, a la que, está vez, le siguió una profunda depresión, que le haría abusar de ansiolíticos.

A partir de aquello, Vicky se bloqueó por completo y no volvió a escribir una sola línea, no pudiendo demostrar con sus escritos que ella era la auténtica Vicky Vic. Se pasaba las noches en vela frente a una pantalla de ordenador inmaculada, vacía. Llegó a odiar escribir, a sentir rechazo por todo lo que fuera literario, excepto la poesía, que escribía de forma compulsiva mientras se atiborraba de pastillas y escuchaba canciones de Amy Winehouse. Su familia intentó sacarla por todos los medios de aquella espiral de destrucción, pero Vicky ya había caído de cabeza al abismo más oscuro que puede haber en el corazón de un ser humano. Y como la figurita de cristal que siempre había sido, al chocar contra el fondo de aquel abismo, se rompió en mil pedazos.

Dice la policía que aún se desconocen las causas del suicidio. Yo creo que no se conocen los medios concretos con los que lo ha llevado a cabo, pero las causas, pienso, están bastante claras.


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